PLATERO
es un animal de cuatro patas, pequeño, peludo, suave; que no tiene o
no se le notan los huesos. Come de todo y los del pueblo se asombran
de tal y como es.
Esta
es la historia de PLATERO con siete muchachos de corta edad, el mayor
unos catorce años y el menor de unos cinco años y que da su inicio
unos cuarenta años atrás, casi recién llegados del pueblo a una
zona muy cercana a la capital.
Se
estaba haciendo de noche, pero había una buena luna que nos
acompañaría por las tierras que días más adelante PLATERO
tendría que arar, sembrar y ver crecer todo lo sembrado. Hay un olor
penetrante a humedad y silencio, que debe ser debido al río
Bernesga, que pasa a unos quinientos metros.
Hace
frío y tenemos miedo, así que PLATERO
trota con la intención de salir de allí y que lo vuelva a meter en
la cuadra.
“Lo
compraron, mis padres, para tirar del carro que se llevaba para
repartir la leche por las casas a granel y en todo León, conducido
por mi padre, que era quien repartía esa leche, también le
utilizaba para arar la tierra y otros que haceres diarios.”
Nos
levantábamos a las siete y cuarto de la mañana, a ordeñar, limpiar
la cuadra y dar de comer al ganado, incluido PLATERO,
que estaba en otra cuadra que se tenía en la planta baja de la casa
y en la que había terneros, cerdos y gallinas en jaulas, justo al
lado de las vacas.
Más
tarde, a las nueve, nos subíamos a desayunar y cambiarnos, para a
las nueve y media nos poníamos a preparar a PLATERO
y el carro verde con las cantaras de leche, unos doscientos cuarenta
litros, seis cantaras de cuarenta litros y todo ello para el pobre
PLATERO,
de lo que tendría que ir tirando hasta que se agotase la leche, que
serían las catorce horas.
Cuando
se llegaba a casa se soltaba del
carro, a PLATERO
y seguidamente se la daba de comer y beber, que era lo mismo que
hacíamos nosotros y una vez que acabábamos nos echábamos a siesta
una hora, para seguidamente levantarnos e ir con PLATERO
a arar las tierras hasta las siete, momento en el cual volvíamos
para casa y a PLATERO
se le metía en su cuadra y nosotros nos preparábamos para volver a
ordeñar las vacas, donde estábamos hasta las nueve, para instantes
después cogeríamos a PLATERO
y lo sacaríamos de la cuadra e iríamos al camino para jugar a
vaqueros.
MIGUEL ÁNGEL LOZANO PÉREZ
Cultura General