Platero y él

Platero y él

viernes, 4 de abril de 2014

P L A T E R O




PLATERO es un animal de cuatro patas, pequeño, peludo, suave; que no tiene o no se le notan los huesos. Come de todo y los del pueblo se asombran de tal y como es.
Esta es la historia de PLATERO con siete muchachos de corta edad, el mayor unos catorce años y el menor de unos cinco años y que da su inicio unos cuarenta años atrás, casi recién llegados del pueblo a una zona muy cercana a la capital.
Se estaba haciendo de noche, pero había una buena luna que nos acompañaría por las tierras que días más adelante PLATERO tendría que arar, sembrar y ver crecer todo lo sembrado. Hay un olor penetrante a humedad y silencio, que debe ser debido al río Bernesga, que pasa a unos quinientos metros.
Hace frío y tenemos miedo, así que PLATERO trota con la intención de salir de allí y que lo vuelva a meter en la cuadra.
“Lo compraron, mis padres, para tirar del carro que se llevaba para repartir la leche por las casas a granel y en todo León, conducido por mi padre, que era quien repartía esa leche, también le utilizaba para arar la tierra y otros que haceres diarios.”
Nos levantábamos a las siete y cuarto de la mañana, a ordeñar, limpiar la cuadra y dar de comer al ganado, incluido PLATERO, que estaba en otra cuadra que se tenía en la planta baja de la casa y en la que había terneros, cerdos y gallinas en jaulas, justo al lado de las vacas.
Más tarde, a las nueve, nos subíamos a desayunar y cambiarnos, para a las nueve y media nos poníamos a preparar a PLATERO y el carro verde con las cantaras de leche, unos doscientos cuarenta litros, seis cantaras de cuarenta litros y todo ello para el pobre PLATERO, de lo que tendría que ir tirando hasta que se agotase la leche, que serían las catorce horas.

Cuando se llegaba a casa se soltaba del carro, a PLATERO y seguidamente se la daba de comer y beber, que era lo mismo que hacíamos nosotros y una vez que acabábamos nos echábamos a siesta una hora, para seguidamente levantarnos e ir con PLATERO a arar las tierras hasta las siete, momento en el cual volvíamos para casa y a PLATERO se le metía en su cuadra y nosotros nos preparábamos para volver a ordeñar las vacas, donde estábamos hasta las nueve, para instantes después cogeríamos a PLATERO y lo sacaríamos de la cuadra e iríamos al camino para jugar a vaqueros.

MIGUEL ÁNGEL  LOZANO PÉREZ

Cultura General

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