Platero y él

Platero y él

lunes, 3 de marzo de 2014

Mi reencuentro con Platero

Desde niño he querido acariciar a Platero, notar la suavidad de su pelo en los dedos, el brillo que desprende al sol, y pasear con él por los campos en los que pastaba junto al poeta. Como si nosotros fuéramos los únicos habitantes del mundo.
Quizás me montaría en su lomo y descubriríamos las diminutas flores amarillas que crecen cerca de los ríos.
Juntos respiraríamos el aire puro que desprenden los árboles y escucharíamos el cantar alegre de los pájaros.
Nos echaríamos sobre la hierba verde y caliente por el sol, y nos contaríamos los secretos que hemos guardado desde que nos conocimos cuando yo contaba con ocho años.
Le diría cómo gracias a él descubrí que los libros, por muy pequeños que sean, esconden grandes historias.
Que una jota en el lugar adecuado marca la diferencia.
Después de pasear por la tranquilidad del monte, del descanso y las confidencias sobre la hierba, nos pondríamos de nuevo en camino, cada uno de vuelta a su casa, pero con el alma más blanca y blandita.


Iván Linares Sagredo

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