Dos carros no dejaban ver las cuadras y atados a los ejes dos
perros, un pastor alemán belga y a la parte izquierda una perra
grande de cazar conejos. Era imposible entrar al pesebre sin pasar
por el medio de ellos. A nosotros nos conocían, en el suelo había
cazos de aluminio, tenían agua y pienso. Al fondo, a la parte
izquierda, está un burrito gris y blanco atado al pesebre . No es
alto pero se le sobresalían las orejas bien plantadas, como dos
cirios.
Al instante,salió al corral mi abuelo, un hombre mas bien
bajito, gordo como un tonel de vino, con sus gafas de cristales
gruesos que nos miro y dijo:
-Jesús mira que burro te he comprado.
Con esa inocencia que tiene un niño y tratándose de mi abuelo me
lo creí.
Al día siguiente, nada más levantarme corrí hacia las cuadras
me quede detrás del burro puesto que tenia miedo de que me diera un
par de coces. Él sin girar el cuello, con esos ojos tan grandes me
miro y giró las orejas, un largo rabo le llegaba casi a los cascos y
un olor de alfalfa invadió la cuadra. Me tumbé en la hierba fresca
y dos enormes relinchos entraron por mis pequeñas orejas fue cuando
mi abuelo apareció detrás de mi con un andar tosco.
-Vamos a enganchar los caballos al carro y saldremos a pasear, me
dijo. Al terminar me subí al burro inmediatamente después, de
darle agua a los animales le pregunte como se llamaba el burro y me
dijo que si llamaba PLATERO.
Jesús Jordán Alcañiz
E.B.2
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