Amanece y con los primeros rayos
de sol veo a Platero pastando entre flores y césped. En sus ojos vislumbro una
auténtica felicidad. Es un día maravilloso, prácticamente sin nubes, con un
cielo absolutamente despejado. Camino hacia él y lo cojo de su correa: juntos vamos a iniciar el paseo matutino de
todos los días. Al comenzar la caminata le hablo, le cuento cosas...mis cosas.
Se convierte en mi confidente discreto. Observo que me escucha atentamente y en
sus ojos encuentro las respuestas a mis preguntas. Al cabo de dos horas
regresamos los dos con un dejo de alegría, de satisfacción por las horas
compartidas.
Platero, con tu mirada dulce,
enternecedora, capaz de cautivar al corazón más resistente: me complace haberte
encontrado, me gratifica el haberte conocido.
¡¡Ay Platero!!, mi fiel amigo.
¡¡Qué será de mí cuando me
dejes!!
¡¡Qué será de ti cuando me vaya!!
Patricia
Fazio
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