Platero y él

Platero y él

viernes, 31 de enero de 2014

tengo un amigo



¡TENGO UN AMIGO!

 Acababa de llegar y  estaba  sola, sentada encima del gigantesco colchón al que me costó un montón subirme, esperando que mi abuela hiciera la cena, pensando que no había sido tan buena la idea de venirme a pasar el verano a Revalbos. Aquí no tengo amigos y seguro que me aburriré muchísimo, además ya empezaba a echar de menos a mí mama, a mi hermana…
A punto estaba de echarme a llorar cuando ha aparecido mi abuelo. Al pronto me asuste porque como es tan alto tapó toda la luz y me costó reconocerlo, pero luego se me escapó un suspiro de alivio.
-Chis- me ha dicho poniéndose el dedo en la boca por todo saludo y mirando de reojo hacía afuera donde se oía trajinar a mi abuela- Tengo que enseñarte una cosa. ¡Ven!
Sin pensarlo dos veces me he agarrado a su mano grande y arrugada y he ido tras él, despacito, procurando no hacer ningún ruido como si fuéramos los protagonistas de un cuento de misterio, hasta la parte de atrás de la casa, donde según mi papá, antes, cuando tenían caballos, estaban las cuadras.
A mí, la oscuridad y ese olor como húmedo y caliente, me ha dado un poquillo de mieditis y sin soltarme de la mano, me he apretujado contra mi abuelo hasta sentir  en la cara  sus ásperos pantalones de pana. Él se rio bajito y me dijo que mirara. Pero yo no veía nada, solo oía una especie de ruido como si alguien removiera la paja, que no me hacia ninguna gracia. Hasta que poco a poco fui distinguiendo al fondo una cosa que se movía, que me miraba con unos enormes ojos negros, mientras masticaba tranquilamente un puñado de paja.
¡Es un burrito¡- exclamé muy excitada- abuelo. Es un burrito- le dije tirando de él. Me acerqué con  miedo de espantarle pero no se movió, le acaricié el lomo gris, era suave como de algodón y le rasqué entre las orejas, él resopló agradecido sin dejar de mirarme con los ojos dulces, como de caramelo... el morrillo húmedo y caliente… Me empujó suavemente con la cabeza, como si estuviera encantado de conocerme.
-Quiere jugar- dijo mi abuelo- mañana iremos los tres al huerto, ya verás que bien lo pasamos. Este año no te aburrirás… ya tienes un amigo. Aun no tiene nombre, pónselo tú.

Me puse a pensar a toda prisa sin dejar de mirarlo, todos los nombres que se me ocurrían eran muy tontos o los tenían ya otros burros corrientes, pero este, el mío, era especial, parecía… parecía de plata.
-¡Eso es!- grité- le llamaré PLATERO. ¿Te gusta? Platero, Platero- repetí

Y Platero, movió la cabeza arriba y abajo, como si dijera que si en su idioma mientras lanzaba un suave rebuznillo  de alegría.                                                                                                TOÑY AMORES

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