Platero y él
lunes, 27 de enero de 2014
Un día en la pradera
Un día, paseando por un prado cubierto de hierba fresca,
repleto de florecillas silvestres de muchos colores, divisé a
lo lejos un borriquillo pequeño, dulce, entrañable precioso,
que comía tranquilamente de la misma hierba que él
mismo pisaba; yo le llamé suavemente acariciándole el ho-
cico, parecía gustarle y sin saber cómo le llamé Platero, que al parecer aún le gustó más.
Le invité a pasear conmigo, al momento aparecieron
unos niños que al verle quisieron jugar con él, la alegría con-
tagiaba; el tiempo pasaba, Platero, con sus ojos lánguidos
me miraba a ver si lo podía rescatar de aquellos niños in-
trépidos, tranquilamente le acaricié, le invité a beber un po-
co de agua fresca y le aparté de aquellos diablillos que ha-
bían trastornado el manso sosiego que Platero disfrutaba
en la pradera.
Concha Garcerá Báguena
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