Platero y él

Platero y él

martes, 4 de febrero de 2014

A Platero



Platero, ayer me reencontré de nuevo contigo y correteamos juntos por esos campos de Moguer que en la lejanía me descubriste un día.

        ¿Recuerdas? Fue un domingo cualquiera, de un otoño lejano, cuando el Jacaranda y el ceibo sesteaban. Fue allí, junto a la muda fuente del patio de la escuela, que te acercaste a mí, tímidamente. Llevabas en tu alforja racimos de palabras, guirnaldas de poesías, sinfonías policromadas entre copos y viñas. Acaricié tu cálido hocico teñido de moras y carbón y me contestaste con un prolongado rebuzno que atravesó espacios y distancias.

Allí, aquel día, comenzó nuestra andadura, este caminar incierto sin saber adónde vamos, ni adónde al fin llegaremos. Y aunque a veces esta sociedad mutante y absorbente nos haya distanciado, puedes estar seguro, Platero, de que en mis duermevelas siempre has estado junto a mí.

Por eso hoy, cuando el camino se va estrechando, quiero sentirte aún más próximo. Que tu frágil cuerpecillo de plata y luna se funda con el mío, entre átomos, azucenas y lirios.

Y al final del camino nos reencontraremos con los sueños perdidos y las locas quimeras de viejas utopías, viajando con el tiempo. Llenaremos con ellas tus alforjas y nos vestiremos de arco iris para sumergirnos en galaxias lejanas, infinitas.

Tú y yo, trotón burrillo mío, por siempre ya fundidos con el alba.

Rosario Salcedo

No hay comentarios:

Publicar un comentario