Platero y él

Platero y él

sábado, 8 de febrero de 2014

Mi burro Platero



Hubo una vez dos buenos amigos. Éramos inseparables, una sola alma. Por alguna razón nos encontramos en el mismo camino. Un burro delgado con grandes orejas. Su pelo era plateado y brillaba con la luz del sol. Con él pasé gran parte de mi vida, todos los días lo sacaba a pasear por el río Palancia. Cada día me esperaba con entusiasmo a que yo llegara y poder jugar. Su comida favorita era el maíz pero también le gustaban mucho las hierbas y la maleza que encontrábamos por el río. Era muy tierno y cariñoso. Le compré un cencerro de latón para saber en todo momento dónde se encontraba mi gran amigo Platero. 
Un día, mientras paseábamos como siempre, tuvo un percance mi pobre compañero Platero. Mientras jugábamos se lesionó una pata y no podía caminar por culpa de un viejo colchón abandonado. Tuve que buscar un tronco recto y una cuerda para atarlo de forma que pudiera llegar a la cuadra. Sufrió mucho mi gran compañero del alma. 
Me sentía triste: ya no podía caminar con él. Pero día a día, con el paso del tiempo y con mi ayuda, se fue recuperando de ese grave incidente que le sucedió. 
Ese instinto de supervivencia y las ganas de seguir a mi lado fueron lo que le impulsó a la recuperación. Lo cuidé como nunca había cuidado a nadie. Ese pequeño percance nos unió más que nunca y después de cuatro meses volvimos a pasear, ahora somos inseparables. Te quiero, mi gran compañero Platero, tu amigo por siempre. Alguien dijo una vez: "Siempre recibimos a cambio lo mismo que ofrecemos."


                                      Luis César Redondo.

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