Platero y él

Platero y él

domingo, 9 de febrero de 2014

Platero enfermero

     Platero me mira fijamente a través del cristal de mi ventana. Sus ojos negros como el carbón imploran como un niño que vayamos de paseo, pero el aguacero que nos sorprendió ayer en pleno prado me ha dejado en cama con fiebre. ¡Pobre y paciente Platero! Deberías tener un dueño con una salud de roble. Platero pasa los días pegado al marco de la ventana, a ratos durmiendo junto a la pared, a ratos olisqueando las macetas de las vecinas, degustando así las florecillas de mil colores que con tanto esmero riegan las aldeanas. La más loca de ellas sale de su casa gritando y maldiciendo la estampa del pequeño Platero, el cual corre calle abajo como un rayo hasta que el tintineo de sus cascabeles se pierde en la lejanía, como se pierden los cánticos de los afiladores. La escena se repite a diario durante la semana de mi estado febril hasta que recupero la salud y volvemos a nuestros paseos diarios. - Platero, prometo que cuando tú estés enfermo yo también seré tu enfermero fiel. Te cuidaré, te acompañaré y te visitaré siempre, estés aquí o en el cielo de Moguer. 

        Karen Ballester

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