Aquella noche me
había quedado dormida, el cansancio pudo conmigo. Llevaba varias noches sin
dormir, en pleno sueño algo me despertó de un sobresalto, “es Juanito, pensé”,
corrí a su habitación, el pasillo se me hacía interminable, estaba muy
asustada, oía su respiración muy alterada, al llegar junto a él comprobé su
temperatura, la fiebre le había subido mucho, y él no paraba de repetir aquella
frase, Platero……Platero…por favor
quédate con migo, no me dejes, no
te vayas.
Juanito, es mi hijo
pequeño, tiene siete años, nació con una de esas enfermedades minoritarias, por
ese motivo, son también menos conocidas y la ciencia no sabe cómo tratarlas,
estamos a la espera de que surja un milagro y los investigadores den con la
raíz de la enfermedad, “no perdemos la esperanza”. Yo me siento a su lado y le
leo pequeñas historias y le cuento cuentos,
hasta quedarse dormido,.Él se mete en el personaje del cuento y camina con cada
uno de ellos en esas pequeñas historias.
Me dice que se identifica con Platero. Porque es frágil y delicado como
él.
Cuando logré bajar
esa fiebre, me contó que había viajado con Platero a un lugar de ensueño,
rodeado de jardines y árboles frutales, donde las estrellas se podía coger con
las manos, pero Platero se marchó, mamá, me decía apenado, se marchó dejándome
sólo, una estrella fugaz se lo llevó.
Carmen
Cobles
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