Engañáseme la vista o no,
cuando en esos días donde el corazón de Sagunto vuelve a sus ancestros y
maquilla el color de sus calles de luz artificial por el color de luz natural
de velas y candelabros y en donde cristaleras destelleantes se esconden tras telas
multicolores a modo de cobijo, tablones
de madera deformes esperando dar sosiego a multitud de artesanos que a base de
golpe de martillo ponen su corazón en dar forma a sus ideas.
Olor a brasas, humo a carne
quemada y sabor a vino mientras niños
corren por sus calles con espadas de madera soñando ser algún día grandes
caballeros medievales.
Fue entonces donde en una de
esas casetas donde un artesano mojado en sudor daba forma a fuego lento a uno
de los zapatos de un burrito color gris.
¡No puede ser!, exclamé para
mis adentros, yo lo vi, yo vi cómo dejaba de ser tierra para convertirse en
aire, pero ese burrito que tenía enfrente era su espejo.
¿Habría logrado Platero
junto a su Virgilio atravesar los nueve círculos del infierno dejando atrás a herejes,
perezosos, coléricos y ávaros?
De ser así habría purificado
su espíritu en el purgatorio y habría alcanzado el paraíso.
Ese era mi deseo, un deseo
pasajero que al volver a abrir los ojos se habrá desvanecido como humo de
ascuas.
Marcos Rodríguez
Sanchis GESII NIT
No hay comentarios:
Publicar un comentario