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SHEILA
LIEBANA PORRERO
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16/02/2014
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El amor hacia un amigo es más grande que
todo el universo junto
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Platero y yo
Desde que recuerdo siempre me paso todos los veranos en
el pueblo (Ferreal del Bernesga) junto a mis bisabuelos, Kiko y Margarita.
Una de las hermanas de mi bisabuela, a la que yo llamaba
tía Tilbina, tenía vacas, ovejas, gallinas, conejos y un burro llamado Platero.
La verdad es que ni mis bisabuelos ni mis tíos me dejaban
acercarme a él, ya que mi tío Tomás llevaba años intentando montarlo sin poder
conseguirlo, y además, pegaba muchas coces a todo aquel que se le acercaba.
Un día que todos estaban de celebración en la casa, y no
estaban tan pendientes de mí, decidí salir a la cuadra, e ir a ver a los
animales, me encantaba hacerlo, pero los mayores me lo tenían prohibido a no
ser que fuera en compañía de alguno de ellos.
Me puse primero a ver a los conejos, en sus conejeras,
son muy divertidos por que los más pequeños no paran de pegar saltitos, y
acercarse a la reja como si te estuviera pidiendo que les des zanahorias o les
abras la puerta para salir a jugar contigo.
Mis tíos a las vacas les dejaban las luces encendidas
durante todo el día, y además les ponían música, según me explicaron, eso es para que las vacas den más y mejor
leche. Ya que las tienen todo el día conectadas a unas ordeñadoras automáticas.
Pero los domingos y sin que mi tía se enterara, mi tío me dejaba ordeñarlas a
mano, eso sí que me gustaba.
De repente noté un
pequeño golpe en la espalda, y al girarme me di cuenta que quien me había
empujado era Platero, el burro de mis tíos, primero me asusté, ya que lo había
visto muchas veces pegando coces y rebuznando como un loco a mi tío, pero esta
vez estaba tranquilo, y su mirada era me parecía triste.
Empecé a estirar la mano pero despacio, primero por miedo
a que me mordiera y segundo por si lo asustaba. Pero no fue así, bajo la cabeza y dando un paso se acerco
a mí, era la primera vez que había podido acariciarlo, era una sensación muy
agradable, tanto que la emoción y los nervios me hicieron llorar.
Poco a poco comencé a acariciarle el lomo, y a abrazarlo
con las dos manos. Después de un rato, de pensarlo decidí que quizás se dejara
montar.
Mientras Platero me miraba, yo comencé a colocar cajas
una encima de otra, en forma de escalera, para así poderme subir en su lomo,
mientras hacía todo esto no paraba de hablarle a Platero.
¡Platero, creo que ya es hora que te dejes montar, porque
no sé si te has dado cuenta de que eres un burro, y todos los burros como tú, dejan a sus
amos subirse a ellos, y otras veces, Platero lo que hacen es llevan cosas, como
sacos de trigo, o incluso las lecheras llenas de leche!
¡Mira, Platero, estas cajas que he colocado aquí son para
poder subirme a tu lomo, pero te tienes que estar muy quieto, porque si no me
puedo caer, ¿verdad que me has entendido, Platero?
Comencé a subir primero a las cajas y cuando estuve en la
más alta, primero me cogí con las dos manos al cuello de Platero, y después
poco a poco pase una pierna por encima de su lomo, por fin lo había conseguido
estaba montando a Platero, el burro de mi tío, estaba muy contenta, ya que
nadie antes lo había conseguido.
Después de un rato estar subida a él, decidí bajarme,
pero primero me abrace muy fuerte y le di un beso en su cuello. Cuando ya
estuve en el suelo le dije a Platero en el oído, ¡este será nuestro secreto,
vale!, y así ha sido hasta ahora.
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