Una noche de reyes me levanté y bajo el árbol del
jardín, allí entre la hierba, había un burrito y le puse de nombre Platero.
Platero tenía los ojitos cerrados, como era tan
indefenso decidí llevármelo a mi cuadra, tuve que amamantarlo a biberones y
rodearlo de mantas y agua caliente para que no pasara frío.
A los 15 días de tenerlo en mi cuadra, empezó a
andar y yo me puse muy contento, ese día es un momento que nunca olvidaré pues
fueron los primeros pasos de mi fiel amigo Platero.
Pasado el tiempo íbamos juntos a todos los campos,
éramos inseparables. Cuando paseábamos por el pueblo los niños se quedaban
asombrados al verlo y querían montar en su lomo, entonces decidí que los niños
lo montaran, era tanta la felicidad que trasmitía mi Platerito, que yo radiaba
de felicidad.
Al cabo del tiempo, en el pueblo, vinieron unos
feriantes, los cuales me lo querían comprar, era tanto el amor que yo tenía a
mi Platero que por todo el dinero del mundo era imposible de vender.
Tuve que buscar trabajo para poder mantenerlo y al
cabo del tiempo falleció de viejecito, nunca olvidaré los buenos momentos que
pasamos Platero y yo.
GII tarde
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